Casi todo los niños lloran al nacer; es la primera manifestación sonora de su existencia. El llanto aparece como respuesta a una situación molesta. Más tarde se va haciendo más específico y los niños lloran cuando sienten hambre o dolor. Poco a poco, el niño va adquiriendo nuevos mecanismos para comunicar otras sensaciones y sentimientos, como placer, satisfacción y alegría. Comenzará a emitir nuevos sonidos: guturales, balbuceo, monosílabos. El lenguaje empezará a alcanzar una auténtica función social con carga intencional alrededor de los 3 o 4 meses. A los 6-7 meses, balbucea y a los 7-8 meses canturrea y denomina objetos imitando su sonido, A los 8-9 meses irá combinando sílabas. Sabe escuchar conversaciones e incluso puede cumplir órdenes simples. A los 9-11 meses empieza a decir palabras sencillas, como papá, mamá. A los 11-12 meses emplea al menos una palabra con significado, generalmente un nombre: nene, tata. Entre los 12 y 18 meses de vida imita sonidos de animales; mezcla palabras con significado con otros sonidos. Empieza a responder a órdenes del tipo: "no hagas eso". De los 18 a 24 meses nombra objetos; tiene un vocabulario aproximado de 20 palabras a los 18 meses y de 200 a los 24 meses; combina dos o tres palabras en frases telegráficas, hace preguntas y responde a numerosas órdenes. Entre los 2 y 3 años se agudiza la fase de preguntas. Se complace en emplear el término "no", con auténtico sentido de negativa. Empezará a usar la palabra para hablar de hechos pasados recientes.
Como seres humanos poseemos instrumentos que nos han sido proporcionados por la naturaleza para integrarnos al mundo. Estamos dotados por mecanismos fisiológicos para percibir la realidad. Las distintas apreciaciones sensoriales nos llegan a través de lo que conocemos como: “los 5 sentidos”; por medio de ellos nos llega información valiosa a nuestro cerebro que es útil para la vida.Los 5 sentidos sirven para generar un aprendizaje significativo, como bien decía Rousseau: “El niño aprende por medio de la experiencia”.Las visitas, paseos o salidas del establecimiento educacional, siempre tienen una connotación alegre, interesada y expectante para los niños vayan a donde vayan. Son una excelente manera de experienciar distintas habilidades sociales que no se presentan en nuestra cotidianeidad educativa y nos permiten a nosotros, como educadores, mirar a los niños desde otra perspectiva, pues ellos se muestran de distinta manera que estando en el colegio o escuela. Las salidas siempre tienen una evaluación positiva, en el sentido de que es un aprendizaje realizado ahí, en “vivo y en directo”… todos los sentidos se ponen en acción, pueden tocar, oler, escuchar, gustar, sentir con el cuerpo entero lo que están vivenciando. Aprehenden. Los paseos, en general, se convierten en huellas que permanecen a lo largo del tiempo en nuestras vidas trayéndonos, además de lo aprendido un recuerdo grato.
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